En 2024 el dólar se apreció un 6,2% frente al euro, pero la diferencia de rentabilidad entre un fondo de acciones estadounidense con y sin cobertura supera el 10%. En una tribuna anterior, ya analicé el impacto de cubrir el dólar en los últimos años. El lector puede comprobarlo en la web pública de Morningstar con uno de mis fondos favoritos: JPM US Select Equity Plus (LU0281483569) y JPM US Select Equity Plus Eurohedge (LU0281482918). Desde 2020, la clase cubierta ha acumulado una rentabilidad cercana al 93%, mientras que la clase sin cobertura sobrepasa el 130%.
La diferencia de retorno entre cubrir y no cubrir supera ampliamente la apreciación del dólar y la brecha se amplía con el tiempo. La razón radica en el efecto de la capitalización compuesta: los fondos sin cobertura se han capitalizado a rendimientos mayores, generando un efecto multiplicador. Sin embargo, si el dólar se depreciara de forma continua durante varios años, el efecto multiplicador positivo se daría en los fondos cubiertos.
Para decidir si merece la pena asumir el riesgo de tipo de cambio con mayor perspectiva, podemos revisar la historia. La libra esterlina fue la divisa hegemónica durante el siglo XIX y principios del XX, pero el dólar estadounidense se convirtió en la moneda global de referencia tras la Segunda Guerra Mundial.
Con la creación del sistema de Bretton Woods en 1944, las principales economías decidieron anclar sus monedas al dólar, que a su vez estaba vinculado al oro. Esta decisión se basaba en la fortaleza económica de EE. UU., que emergió del conflicto bélico, como la mayor potencia industrial y financiera.
En la segunda mitad del siglo XX, el dólar se consolidó como la divisa más utilizada en el comercio internacional y en la principal moneda de reserva. Un ejemplo anecdótico del reconocimiento mundial como emblema de riqueza lo hallamos en el entorno de Dalí. No sólo porque pintara en 1965 La apoteosis del dólar, sino porque años antes, el fundador del surrealismo, André Breton, había apodado a Salvador “Avida Dollars”, como signo de su obsesión con el dinero. El excéntrico Dalí, al que no sólo le gustaba el dinero sino también llamar la atención, llegó a afirmar que las pinceladas de Velázquez, cuya maestría técnica admiraba, evocaban el símbolo del dólar.
Una divisa con raíces españolas
Quizá sorprenda al lector saber que el origen del dólar tiene raíces españolas. En cuanto al símbolo, se cree que proviene del escudo de armas de Fernando de Aragón y que se utilizó en el diseño del real de a ocho. Por tanto, Velázquez pudo conocer el símbolo, pero dudo mucho que su pincelada se basara en ninguna pieza monetaria. Eso sí, el real de a ocho, conocido en las colonias norteamericanas como el dólar español, inspiró tanto en su diseño como en su valor la creación del dólar estadounidense.
Aunque el dólar ha mantenido su hegemonía global durante más de 75 años, no ha estado exento de períodos de alta volatilidad y caídas significativas. En la década de los 70, tras el colapso del sistema de Bretton Woods y la crisis del petróleo, el dólar se debilitó depreciándose un 50% frente al marco alemán.
Posteriormente, entre 1979 y 1981, la Reserva Federal, bajo la presidencia de Paul Volcker, tomó medidas drásticas para controlar la inflación, subiendo los tipos de interés al 20%, lo que atrajo capital extranjero y devolvió al dólar su fortaleza. Sin embargo, esos años no fueron el único episodio de debilidad. Ya en este siglo, entre 2001 y 2007, el dólar perdió valor frente al euro, pasando de un tipo de cambio de 0,85 USD/EUR a casi 1,60 USD/EUR.
Mandan las expectativas
En los últimos diecisiete años el dólar ha mostrado una tendencia general de apreciación, con episodios de retroceso poco significativos. Pero ¿podría volver a sufrir una depreciación de gran magnitud en el futuro?
Es difícil saberlo. Las variables que más influyen en los cambios del mercado de divisas son: la política económica esperada para ambas divisas, las expectativas de inflación futura y las diferencias de crecimiento económico previsto entre los países o regiones implicados. ¿Y qué podemos esperar?
Actualmente los mercados prestan una especial atención a las actuaciones de los Bancos Centrales. Pero son las expectativas del mercado sobre las decisiones futuras las que realmente mueven el tipo de cambio. Por ejemplo, si la Reserva Federal (FED) reduce los tipos de interés, pero Jerome Powell insinúa en el discurso que no habrá más recortes, podemos ver apreciarse el dólar aunque ese día hayan bajado tipos.
La percepción de los inversores sobre la inflación relativa también influye en el tipo de cambio. Si la inflación estadounidense se percibe como más persistente o elevada, el mercado podría ajustar sus posiciones, favoreciendo una depreciación del dólar. Pero esto a su vez influirá en las decisiones de la FED, ya que una inflación persistente dificulta futuras bajadas de tipos de interés, lo que afecta directamente al atractivo relativo de esa moneda.
El problema es que las expectativas, que son las que mueven los mercados, son muy cambiantes, incluso en periodos cortos de tiempo. Por tanto, dado que prever la evolución de las divisas resulta complejo y las coberturas pueden implicar un considerable lucro cesante, la decisión de cubrir o no debe basarse en un análisis particular de su situación. Un asesor podría ayudarle a tomar la mejor decisión.
LaTribuna de los Fondos de Cinco Días
Marta Díaz-Bajo, socia directora de Estrategia de atl Capital