Guía para elegir o descartar un fondo más allá del brillo de sus estrellas

Hace poco un asesor financiero me decía: “Marta, ¡siguen mirando las estrellas!”. El motivo de su decepción era claro. Tras analizar a fondo la situación de sus potenciales clientes, diseñar una estrategia de inversión adaptada a sus necesidades y asegurarse de que su patrimonio no corría riesgos innecesarios, estos ponían pegas a la propuesta final. ¿El motivo? Algunos de los fondos recomendados no tenían cinco estrellas. “¿Qué les dirías?”, me preguntaba, casi desesperado.

“Podrías empezar por enviarles un artículo de Morningstar. Quizás les sorprenda que un analista de fondos escriba: Muchos inversores pasan demasiado tiempo analizando qué fondo comprar y muy poco tiempo pensando en preguntas más importantes como el objetivo de inversión y la distribución estratégica de activos. Tú ya has hecho lo más importante: ayudar a definir una estrategia coherente con sus objetivos y plazos. Eso, y no el número de estrellas, marca realmente la diferencia entre el éxito y el fracaso en la inversión.”

Rendimientos extraordinarios

Pero, una vez definido el plan, hay que seleccionar los fondos para implementarlo ¿Basta con fijarse en las estrellas?

Antes de responder, conviene recordar que las estrellas de Morningstar son un ranking basado en el comportamiento pasado del fondo y, como ya habrá leído en los folletos comerciales: “Los rendimientos pasados no garantizan rendimientos futuros.” Pero, aun sin garantías, ¿no será mejor elegir los que mejor lo han hecho en el pasado? La respuesta es un “depende”.

Depende de cómo se hayan obtenido esas estrellas. No es lo mismo un fondo que brilla por un resultado extraordinario puntual —que infla el resultado de varios años con un solo acierto— que otro que, sin tener un año especialmente destacado, logra la misma rentabilidad gracias a su consistencia en el tiempo.

En mi experiencia, que un fondo tenga cinco estrellas no es un requisito indispensable. De hecho, en algunos casos ha sido incluso contraproducente, especialmente después de periodos excepcionales de mercado o en categorías donde la heterogeneidad entre fondos es muy marcada. Sin embargo, el ser humano tiende a fijarse en lo extraordinario, y los buenos resultados, si no son los más llamativos, rara vez son noticia.

Fondos estrellados

Existen numerosos ejemplos de fondos cinco estrellas que fueron superventas tras la crisis de 2008, pero que no lograron mantenerse en lo más alto del ranking. Quizás el caso más emblemático sea Carmignac Patrimoine, que en 2013 superó los 27.000 millones de euros bajo gestión. Clasificado en la categoría de mixtos moderados globales por Morningstar, es un fondo de gestión muy flexible, con capacidad para desviarse significativamente de su índice de referencia.

Esa flexibilidad le permitió obtener un rendimiento excepcional en el turbulento 2008. En 2009, su comportamiento estuvo en línea con la recuperación del mercado, mientras que muchos fondos de su categoría permanecían más desinvertidos, con gestores aún paralizados por el impacto de 2008. Sin embargo, a partir de 2010, el fondo comenzó a perder el brillo de sus estrellas y ha pasado largas temporadas con solo una. Actualmente, cuenta con dos. En los últimos 15 años ha obtenido una rentabilidad anualizada del 2,4%, mientras que el índice ha generado más del 6%. Aun así, sigue gestionando 6.000 millones de euros.

la experiencia nos dice que elegir un fondo por un comportamiento excepcional durante un periodo atípico puede ser arriesgado

Otro fondo que en su día figuraba en casi todas las carteras de inversores españoles fue M&G Optimal Income. Clasificado como mixto conservador por Morningstar, en mi opinión, debería estar en renta fija flexible global con divisa cubierta, ya que, aunque puede invertir hasta un 12% en renta variable, rara vez supera el 5%. En 2013, también llegó a gestionar más de 27.000 millones de euros, pero, al igual que Patrimoine, ha ido perdiendo estrellas y patrimonio. Actualmente, gestiona algo más de 4.000 millones, menos que Patrimoine pese a que su rentabilidad en el mismo periodo ha sido superior, concretamente un 3,3%. Ahora tiene dos estrellas de Morningstar pero si estuviera en renta fija global flexible con divisa cubierta tendría tres, y es una categoría más acorde a su filosofía de gestión.

Entre los fondos nacionales destaca Albus, cuya clase más antigua se lanzó en 2009 y en 2014 alcanzó las valoradas cinco estrellas. En 2015 llegó a tener casi 1.500 millones, pero en 2020 tuvo un mal comportamiento en absoluto y en relativo a su categoría, lo que provocó reembolsos y una caída en su ranking a tres estrellas. Desde entonces, las salidas de capital han reducido sus activos a menos de 260 millones. Actualmente, tiene cuatro estrellas, y, en los dos últimos años, ha sido de los mejores de su categoría. En los últimos 15 años, su rentabilidad anualizada ha sido del 4,65%, mientras que la del inversor medio fue del 3,39%.

No sé si el lector coincidirá con mis conclusiones, pero la experiencia nos dice que elegir un fondo basándose en un comportamiento excepcional durante un periodo atípico puede ser arriesgado. La flexibilidad en la gestión puede ser una ventaja en algunos periodos, pero convertirse en desventaja a largo plazo. Además, los fondos pueden estar mal categorizados, y su ranking no siempre refleja su verdadero potencial. Abandonar un fondo tras un mal año, especialmente si fue excepcional, puede ser una decisión apresurada.

Entonces, ¿qué deberían mirar los inversores antes que las estrellas? Lo analizaremos en la próxima ocasión. Mientras tanto, confíe en las recomendaciones de su asesor, a menos que haya razones para dudar de su criterio. En ese caso, quizás sea momento de buscar otro asesor.

 

Tribuna de Marta Díaz-Bajo, socia directora de Estrategia de atl Capital, en Cinco Días

 

 

 

 

 

Ir al contenido