La pandemia causó una profunda, aunque efímera, corrección en las bolsas, pero desde abril de 2020 los fondos de renta variable europea han mostrado un comportamiento bastante satisfactorio, con una rentabilidad media que supera el 50%. Sin embargo, este retorno queda ensombrecido por el de los fondos americanos, que han duplicado su valor. La brecha entre la renta variable estadounidense y la europea se ha ampliado desde la crisis financiera y se ha acentuado tras la pandemia. No obstante, no siempre fue así.
A principios del siglo XXI no existía una supremacía tan clara de la bolsa estadounidense. Su peso en el índice mundial era poco más del 40% (actualmente es del 70%). El mercado norteamericano estaba altamente concentrado en el sector tecnológico y sufría las consecuencias del estallido de su burbuja.
Para dimensionar la magnitud del problema baste señalar que, en 2001, el agregado de resultados de las empresas del Nasdaq daba pérdidas. Cuando pasó a ser positivo en 2002, el ratio Precio/Beneficio era de 60 (en la actualidad, es de 36). En el quinquenio posterior, de 2003 a 2007, el retorno del S&P 500 sin cubrir dólar acumuló un escaso 30%.
Pocos recuerdan que, en aquel periodo, fueron las bolsas europeas y emergentes las que ofrecieron rentabilidades excepcionales. La inversión en el Ibex 35 multiplicó por 3, y en mercados emergentes, por 3,5.
¿Está justificada la hegemonía actual de la bolsa estadounidense?
El liderazgo de la bolsa americana en el mundo se sustenta en varios factores: política monetaria, crecimiento económico, composición sectorial, cultura empresarial, tamaño de mercado y regulación financiera.
La Reserva Federal (FED) adoptó rápidamente políticas más agresivas para estimular la economía y proporcionar un fuerte respaldo a los mercados financieros estadounidenses.
El Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos se ha más que duplicado en los últimos 15 años, pasando de 14 billones de dólares a más de 29 billones. En contraste, el PIB de la eurozona creció de 13 a 16 billones en el mismo periodo, un avance notablemente menor.
Los índices bursátiles estadounidenses, como el S&P 500 y el Nasdaq, tienen un peso significativo en las empresas tecnológicas o relacionadas con internet, que han experimentado un aumento muy destacado en ingresos y beneficios. Mientras que en los índices europeos tienen más relevancia sectores tradicionales como banca y servicios públicos, con crecimientos más moderados.
Estados Unidos cuenta con el mercado financiero más grande, líquido y dinámico del mundo, lo que atrae a inversores y empresas internacionales, incluidas las mayores de China, que decidieron salir a cotizar en mercados estadounidenses incluso antes que en las bolsas de su propio país.
La cultura americana favorece la innovación y el emprendimiento y los inversores americanos destinan un porcentaje mucho más elevado de sus carteras a renta variable que los europeos.
El mercado bursátil europeo está fragmentado y las bolsas de cada país son muy pequeñas en comparación. Tienen composiciones diferentes e incluso cotizan en divisas diferentes. La regulación en Europa es dispar y en la Unión Europea tiende a ser más estricta y es más lenta su implementación, ya que debe trasponerse en cada nación.
Todo ello frena la necesaria financiación para que las empresas innovadoras prosperen. En contraste, Estados Unidos ofrece un mercado mucho mayor y un marco regulatorio mucho más flexible.
Aunque el predominio de la bolsa americana está fundamentado, surge el debate sobre si las valoraciones alcanzadas son sostenibles. Si miramos el PER (número de veces que se pagan los beneficio) vemos que en 2010 se pagaba aproximadamente tres veces más por los beneficios en el mercado americano que en el europeo (PER 15 frente a 12). Hoy esa diferencia supera las doce veces (PER 28 frente a 16) y marca el máximo de los últimos 20 años. Existe, por tanto, un riesgo de decepción si los beneficios empresariales no crecen al ritmo esperado.
Independientemente del precio pagado, el comportamiento del mercado se mantendrá mientras exista más demanda que oferta. Y, por ahora, los inversores mundiales continúan apostando mayoritariamente por el mercado americano, lo que refuerza su posición dominante y sostiene las valoraciones actuales.
¿Qué podemos esperar de la bolsa americana y del resto de bolsas en los próximos años?
Una rentabilidad por encima del 100% en menos de cinco años es algo insólito y, en mi opinión, no deberíamos esperar retornos de esta magnitud. Aunque la probabilidad de ganar dinero en periodos de cinco años es muy elevada, pero que se repitan rentabilidades anualizadas del 20% es poco probable.
Respecto al resto de bolsas, si no estuvieran ensombrecidas por la americana, seguramente nos parecería que han tenido un desempeño satisfactorio. Por ejemplo, la bolsa europea ha multiplicado por tres en los últimos quince años y por dos en los últimos diez. Teniendo en cuenta que el precio pagado por sus beneficios es mucho menos exigente, tiene menos riesgo de decepcionar.
Para mí, lo más sensato sería diversificar y mantener exposición en los distintos mercados: unos por su potencial de crecimiento y otros por valoración. Recuerde, mantener una parte de su patrimonio invertido en bolsa es esencial si no quiere que su patrimonio pierda valor frente a la inflación.
Tribuna de Marta Díaz-Bajo, socia directora de atl Capital en Cinco Días